¿Te ha pasado que entras a una entrevista, a una clase nueva o a un grupo de amigos y en segundos antes de que digas “hola” ya sientes que te juzgan? Pues sí, aunque no lo sepamos, muchas veces la primera impresión se forma antes de que pronuncies la primer palabra. Y ahí es donde tu imagen personal, esa que construyes con ropa, postura, expresión y actitud, puede abrirte puertas… o cerrarlas.
Es inevitable recordar a mi mamá en este tema, igual a ti también te pasa, pero es que ella siempre insiste en el cómo me veo y sí, abruma un poco.
Imagina a dos personas en una entrevista de trabajo:
Aunque las dos tengan las mismas habilidades, cuál crees que inspira más confianza y profesionalismo. Así de poderoso es lo no verbal: la postura, los gestos, la voz.
Y no se trata de fingir. Se trata de armonía: que tu ropa, tu cuidado personal, tu actitud y lo que dices vayan (más o menos) en la misma sintonía con lo que quieres proyectar. Esa coherencia ayuda a mostrar quién eres, sin máscaras, pero con intención.
A veces creemos que lo importante es lo que sabemos, lo que dominamos y no está mal. Pero cómo lo mostramos, esa primera piel que enseñamos al mundo también cuenta. No para disfrazarnos, sino para presentarnos con dignidad, con respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás.
Y claro, la imagen no lo es todo. Tus habilidades, tu ética, tus valores, tu carácter: eso pesa más. Pero ¿por qué no dar ese primer paso con intención, con amor propio y con presencia?
Así que ya sabes: cada mañana, cuando te mires al espejo, no lo veas como rutina. Mírate como un lienzo en blanco: tú decides qué proyectas hoy.
Bibliografía:
–Anónimo.
Un recorrido por las ventajas, limitaciones y desafíos del sistema penal acusatorio, y su impacto real en la impartición de justicia en México.
Hablar del sistema penal acusatorio en México puede sentirse complicado, porque a veces parece un tema exclusivo de abogados, jueces y especialistas. Pero en realidad nos toca a todos: es el modelo que define cómo se investiga un delito, cómo se juzga y, sobre todo, cómo se garantiza que haya justicia… o que al menos tratemos de acercarnos a ella.
En 2016 México cambió por completo su forma de impartir justicia: dejamos el sistema tradicional, más cerrado y escrito, para adoptar uno acusatorio, más transparente y oral. Sobre el papel suena ideal: audiencias públicas, mayor claridad en los procesos, presunción de inocencia y un enfoque más equilibrado entre acusación y defensa. La promesa era grande: un sistema más justo, más ágil y menos opaco.
Pero la realidad es más compleja. Aunque el modelo es bueno, su implementación ha sido desigual. Mucha gente sigue relacionando el sistema acusatorio con “puertas giratorias”, con la idea de que “todos salen libres”, cuando en realidad el problema suele estar en investigaciones débiles, falta de capacitación o recursos insuficientes. No es que el sistema esté mal diseñado; es que no siempre se le da lo necesario para funcionar.
Y ahí está el reto: ¿cómo hacemos que un modelo pensado para ser más justo realmente lo sea? No se trata de desecharlo ni de defenderlo a ciegas, sino de conocerlo mejor. Entender por qué existe, qué busca proteger y qué necesita para mejorar. Al final, la justicia no solo depende de las leyes, sino de cómo trabajamos con ellas. Y quizá el primer paso es informarnos sin miedo, con preguntas honestas y conversaciones más accesibles para todos.
Bibliografía:
–Anónimo.
¿Ubicas cuando te hierve la sangre y lo único que quieres hacer es gritar, lanzar la chancla o desaparecer unos minutos? Bueno, bienvenida/o al mundo del enojo. Esa emoción intensa, a veces inesperada, que llega sin pedir permiso. Y sí: puede ser peligrosa… o transformadora.
Porque el enojo no es el enemigo per se. Es una señal de nuestro cuerpo, una alerta: “algo no está bien”. A veces esa alerta nos pone en guardia; y eso, si lo escuchamos con calma, puede ayudarnos a protegernos, a poner límites, a decir “hasta aquí” cuando alguien pisotee nuestro respeto. Esa función defensiva del enojo puede servir, si lo sabemos manejar como una chispa que ilumina lo que duele, lo que ofende, lo que ya no toleramos.
Pero ojo: si esa chispa se convierte en incendio, si dejamos que el enojo nos controle, puede hacer harto daño: palabras hirientes, golpes al aire, puertas que se cierran, silencios prolongados, confianza rota. El enojo mal canalizado quiebra amistades, distorsiona relaciones, crea memes ofensivos, genera resentimiento, miedo, distancia.
En ese tira y afloja entre “me protege” y “me quema”, la clave está en cómo lo gestionamos. Porque sí, hay formas de convertir ese enojo en una herramienta, no para agredir, sino para comunicar, para exigir respeto, para sanar heridas. Técnicas como respirar profundo, pausar antes de reaccionar, expresar lo que sentimos con palabras claras y honestas, permitirnos enfadar sin culpa, pedir espacio cuando la olla revienta: todo eso ayuda a que el enojo no nos domine.
Y lo mejor: si logramos “domar” ese enojo, se puede convertir en un motor de cambio. Nos permite exigir mejor trato, poner límites, limpiar relaciones tóxicas, defender nuestra dignidad. Nos ayuda a identificar lo que nos lastima y a rebelarnos (de la forma más humana posible) contra lo que no aceptamos.
Pero como toda herramienta, depende de nosotros. Y hay que practicar: aprender a escucharnos, a entender qué realmente nos molesta, a distinguir cuándo vale la pena reaccionar y cuando es mejor respirar y reflexionar. Si no, corremos el riesgo de ser una bomba de tiempo social.
Así que te lo digo con sinceridad: el enojo puede ser tanto llave como cerrojo. Puede abrir caminos de cambio, verdad, respeto… o cerrar puertas, romper vínculos, dañar lo que más importa. Tú decides. Y cuando lo decidas, que sea con intención, con inteligencia, con honestidad.
Bibliografía:
–Anónimo.
Una sola decisión puede cambiar el rumbo de tu vida hasta 360º, y créeme, pocas veces te enseñan eso en la escuela. Tampoco siempre son tus padres los que te advierten sobre la importancia de este pequeño detalle: decidir qué camino tomar.
De hecho, saber qué quieres estudiar empieza a formarse desde antes de nacer. Seguro has escuchado comentarios como: “Seguramente le gustará la danza, porque se mueve cuando escucha Karol G, será muy artístico”. Y luego, cuando empiezas a pintar las paredes de tu casa con crayolas, además del regaño, llega el típico: “Seguro estudiará diseño gráfico, mira cómo combinó los colores y hasta dibujó caballos”. Jajajaja.
Todos esos comentarios, aunque graciosos, van creando ideas sobre lo que te gusta, a veces antes de que tú mismo lo sepas. Pero no significa que no tengas claro tu camino; solo que estamos rodeados de expectativas y opiniones que pueden confundirnos.
Cada persona es distinta: algunos toman decisiones con facilidad, otros evalúan mil factores, piensan en el futuro y no se arriesgan tan rápido. Por eso, al momento de elegir carrera, lo normal es tener varias opciones, y siempre habrá una que pese más que otra. Justo para eso estamos aquí: para ayudarte a iluminar un poco el camino.
Este test es corto, pero puede ser esa lucecita que estabas esperando para decidir a qué quieres dedicar tu vida. Claro, la opinión de tus padres, tu contexto social o tus metas económicas influyen, pero al final, lo que realmente importa es tu verdad: hacer aquello que harías millones de veces al día y que además, te paguen por ello. Hacer lo que amas seguirá siendo exigente y retador, pero se sentirá muy diferente a hacerlo solo por obligación.
Y sí, también existe la otra cara de la moneda: ser bueno en algo no siempre significa que te apasione. Ese tema tiene mucho para analizar y será materia de otro artículo, pero si me preguntas a mí, yo iría por lo apasionante. Allí descubrirás cosas que ni siquiera imaginas y aprenderás de maneras inesperadas. Lo que para ya eres bueno…, eso ya es parte de ti, ¿no lo crees?
Habrá muchas opiniones, claro, pero lo importante es que analices, reflexiones y enfoques tu decisión hacia lo que realmente quieres estudiar. Siempre habrá varias opciones, pero estamos seguros de que la que elijas será la correcta.
Haz el quiz y revisa tu resultado. Tal vez sea la respuesta que estabas esperando, la señal perfecta para empezar a elegir tu camino universitario y tu futuro profesional.
-Anónimo.
Tomar decisiones importantes en la vida no solo depende de las oportunidades que se presenten, sino de cuánto nos conocemos a nosotros mismos.
Las investigaciones indican que apenas alrededor del 15% de las personas poseen un nivel adecuado de autoconsciencia. Esto quiere decir que, la mayoría no tiene claridad sobre cómo son percibidas por los demás ni sobre sus propias motivaciones internas.
Puede parecer sorprendente, pero la manera en la que los demás nos perciben influye directamente en las decisiones que tomamos.
Si no somos conscientes de nuestras fortalezas, debilidades, valores y emociones, es fácil dejarnos guiar únicamente por la opinión externa o por impulsos momentáneos, en lugar de actuar desde un entendimiento profundo de quiénes somos y qué queremos lograr. Conocerse a uno mismo implica observar nuestras acciones, emociones y patrones de comportamiento, así como reflexionar sobre lo que realmente nos motiva. Este proceso no solo aumenta nuestra claridad interna, sino que nos permite tomar decisiones más alineadas con nuestros objetivos y aspiraciones.
Cuando nos conocemos mejor, podemos identificar caminos coherentes con nuestra visión de vida, evitando distracciones y tomando decisiones más acertadas en el ámbito personal y este caso, académico para después llegar más enfocados a lo profesional.
Por ello, invertir tiempo en autoconocimiento hoy, es sembrar a base para un mañana más seguro y dirigido hacia lo que siempre hemos querido. No se trata solo de “descubrir quién eres”, sino de comprender cómo tus acciones y decisiones impactan en tu vida y en la de quiénes te rodean.
Conócete y reflexiona con conciencia: tu futuro se construye con cada elección que haces hoy.
-Anónimo.
Antes de elegir una carrera, hay algo que vale oro: conocer tu vocación. Sí, esa chispa interna que te mueve, que te inspira y que te hace sentir que cierta actividad “es lo tuyo”. Encontrar tu vocación no solo te ayuda a decidir qué estudiar, también te acerca a eso a lo que podrías dedicar tu vida con verdadera intención.
Suena fuerte, lo sabemos, pero es real.
Por eso es tan importante mirar hacia dentro y reconocer tus habilidades, tus gustos y ese sueño que tal vez has imaginado desde hace años, aunque aún no tenga nombre. Ese deseo de vida que siempre te ha rondado la cabeza. Por ejemplo, si te encanta viajar, conocer culturas nuevas y comunicarte en otros idiomas, es muy probable que áreas como Comercio Internacional o Traducción y Docencia de Idiomas te llamen la atención.
O si eres la persona que siempre escucha, acompaña y da buenos consejos, puede que tu vocación vaya por Psicología o hasta Nutrición. ¿Por qué? Porque a veces las señales están ahí, en cosas que haces de forma natural, sin esfuerzo, casi sin darte cuenta. Y justo esas cualidades son la base de lo que construirás como profesional.
Tu día a día te va moldeando, y desde que eres pequeño tu personalidad se va cocinando poco a poco. El detalle es que hoy todo lo queremos rápido: respuestas rápidas, decisiones instantáneas y soluciones tipo “ya, ahorita”. Pero con tu futuro no funciona así.
La decisión de qué estudiar no es un sprint, es un proceso. Uno que está influenciado por mil factores: cómo te criaron, el ambiente en el que creciste, los amigos que te acompañan, la música que te vibra, las pelis que te hacen reflexionar o llorar, cómo hablas, cómo piensas. Todo eso construye quién eres y, por consecuencia, hacia dónde podría apuntar tu vocación.
Entender tu vocación no es presionarte para decidir ya, sino acompañarte a que te escuches, a que te descubras y a que armes un camino que se sienta tuyo. Porque elegir carrera no se trata solo de “ver qué deja dinero”, sino de apostarle a algo que te haga sentido, que te haga crecer y que te dé ganas de levantarte todos los días.
-Anónimo.